REALIDADES

Hace unos años un conocido fué ingresado en la prisión de Aranjuez por apuñalar a un toxicómano en la Barranquillas. Cuando la noticia de lo sucedido llegó a mis oídos me quedé paralizado ya que me críe con él y con su hermana menor quién hoy es mi mejor amiga.

A partir de ese momento, no solo cambió la vida del agresor sino también la de toda su familia. Una madre sufridora quién siempre le defendió de una forma incondicional, soportó miradas acusadoras con la cabeza bien alta y nunca dejó de visitarle a pesar de la distancia y de su edad.

Una hermana con sentimientos encontrados por el intenso amor que sentía hacía él pero incapaz de entender una actitud tan despiadada e inhumana.

Varias veces llevé a su madre a la prisión con mi coche. Mientras ella se dirigía nerviosa a su encuentro yo esperaba en una sala llena de cristales donde todo era gris, frío y silencioso. El lloro de esa mujer tan abatida me acompañaría durante todo el viaje de vuelta, lágrimas de rabia por no entender qué hizo mal, en que había fallado, sentimientos de culpa, de impotencia, de miedo….

Antes de que todo esto sucediera, consideraba que las cárceles eran centros de reinserción social pero con el tiempo me pude dar cuenta que son centros de castigo. No entraré, por lo polémico del tema, si debe ser así o no pero lo que sí tengo claro es que cuando se cumple condena, las personas que salen a la calle suelen estar totalmente desubicadas, sin empleo, dinero y predispuestos por lo tanto a volver a delinquir.

Un beso

Ut